jueves, 14 de marzo de 2013

Entre piquetes y esquiroles

El de los piquetes es uno de esos temas que, cuantas más medito, menos claro tengo. En especial, los piquetes en las huelgas de estudiantes. Y como escribir es la mejor forma que he encontrado, a día de hoy, para poner en orden mis ideas, ahí va la reflexión y espero vuestras aportaciones.

La jornada de hoy nos deja la siguiente imagen: un grupo de estudiantes deciden no secundar la huelga. Otro grupo de estudiantes pintarrajea el espacio -por otra parte público, que todos tenemos el deber y la obligación de preservar- en que estos se encuentran, calificándoles de esquiroles. 

14M. UCM. Fotografía de Juan Ramón Robles

Por muy frustrante que pueda ser ver que la gente no se suma a tu causa, una causa que debiera ser de todos porque a todos nos afecta (ya sean recortes en sanidad o educación o cualquier otro asunto) la huelga o las manifestaciones son un derecho. Ningún argumento (que quien no se manifiesta acepta luego de buen grado las conquistas sociales de quienes sí lo hacen, por ejemplo) me parece bueno para obligar a alguien, o descalificarle de las formas más ruines.


Si los esfuerzos que se emplean en descalificar, maltratar y obligar a quienes no secundan las huelgas se dedicaran a 1) tratar de conocer los motivos que impulsan a esa gente a no participar y con ello poder tratar de convencerles con palabras medidas, 2) analizar los propios defectos del movimiento, puesto que (en el caso concreto del movimiento estudiantil) llamando esquirol a un compañero, le alejas aún más de tu causa o le atraes por las razones equivocadas (por ejemplo, miedo) y 3) arremeter con fuerza contra aquel a quien realmente debemos nuestra furia (¿el gobierno, los bancos?) entonces el movimiento se acercaría un poco más a su objetivo. 

Me parece que coartar a otros, que obligarles a pensar y actuar conforme a nuestro ideario, nos convierte en personas autoritarias. Que dejar de lado el diálogo y arremeter con insultos o pintadas no lleva a ningún lado. Que la rabia y la frustración se deben gestionar de otro modo. Que no somos nadie para obligar a otros (mal que nos pese) a hacer lo que nosotros consideramos obvio y evidente que se debe hacer.

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